Ya como estudiante de secundaria recuerdo que quería ser comerciante de materias primas. Para formar mi base, estudié Derecho y en verano trabajaba en empresas de cierta importancia. De esta manera conseguí adquirir conocimiento en un amplio abanico de temas y aprendí las competencias sociales necesarias en la acción empresarial. La gente empezó a confiar en mí, me dieron responsabilidades y se me escuchó a la hora de tomar decisiones, de manera que fui ascendiendo a lo largo de los años.
A su vez, aprendí que la confianza es la única clave para ser incorporado como asesor en todas las decisiones importantes. Mi oficio consiste en escuchar, entender, traducir, transmitir y negociar de forma intergeneracional. Las reuniones con los clientes versan sobre economía y finanzas, pero, con frecuencia, también giran en torno a la familia y el reconocimiento.